lunes, 20 de junio de 2016

DE BIENES Y SERVICIOS YA NO TAN PÚBLICOS

El presente con el fin de retomar este espacio que permaneció inactivo por largo rato y señalar unas cuantas cosas respecto a lo que viene sucediendo en materia de política pública, particularmente en época de enajenaciones y neoliberalismo “al piso”, como decimos algunos, especialmente jóvenes,  cuando intentamos poner en evidencia altos niveles de intensidad de algo.

Es importante escribir sobre estos temas dado el contexto económico del país, como ya se dijo, pero también por el relajamiento ciudadano. Son debates nacionales o locales y parece que es discusión de otro país, de otro tipo de sociedad, de un universo paralelo. No señores, es una discusión de aquí, suya y mía, por la sociedad futura que deberá hacer frente a las consecuencias de las decisiones que toman hoy y en nombre de todos, los intermediarios que llevan parasitando al país más de veinticinco años. También lo es por un hecho concreto, ahora que el alcalde Peñalosa consiguió aprobar en su Plan de Desarrollo la enajenación de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá, alineando para tal fin hasta a individuos elegidos con programas en defensa de lo público, pero llevados a la traición de sus electores por el “omnipresente clientelismo” que justifican los neoliberales como “el costo pagado por la ausencia de populismo”. Desinteresados que son.

Lo primero es insistir en la idea de que la privatización de los bienes públicos significa un raponazo a la sociedad en su conjunto, un robo, otra forma de robo, más disimulada tal vez, legalizada y hasta legitimada en las urnas, pero robo al fin y al cabo. Una construcción social de muchos años y varias generaciones pasa, de un momento a otro, de pertenecer al conjunto de la sociedad a convertirse en mecanismo de corto y mediano plazo de incremento de capital de un reducido número de individuos. Extranjeros las más de las veces, lo que es una doble desgracia, porque al menos el nacional reinvierte la parte más significativa de las ganancias en su país. El extranjero generalmente monta lo que han denominado algunos como un “dólar-ducto” y se lleva lo que invirtió y más, hasta que encuentra otro que quiera participar del desangre.

Sumado a la apatía general del ciudadano colombiano y bogotano y al clientelismo, está el libreto con el cual han conseguido el cometido. Primero desprestigian el patrimonio social: “ya no es la joya de la corona”, “es un lastre”, “está rumbo a la quiebra”, “no es estratégico”, etc. El de siempre, que aunque nos cueste creer ha hecho moñona repetidamente. Y digo que es difícil de creer porque vaya usted he intente vender cualquier mercancía, la que quiera, utilizando ese mismo libreto y probablemente tal empresa será un fracaso, pues es hasta ridículo vender algo haciéndole mala fama. Pero sorpréndase, los parásitos que nos gobiernan lo llevan consiguiendo durante bastante tiempo y póngase triste también, porque esta sociedad se les ha comido el cuento. Y lo logran ayudados también por la segunda parte del libreto. Ponen a trabajar a los formadores de opinión de este país, unos cuantos individuos sustraídos del mismo círculo, para reducir resistencias, para confundir y embolatar, para dividir a la sociedad, para vender falsas ilusiones respecto al avance que implica hacer riquezas privadas robando patrimonios colectivos.

Pero la privatización se presenta de diferentes maneras. Mauricio García Villegas lo señala en sus últimas dos columnas en El Espectador (http://www.elespectador.com/opinion/pagar-desobedecer , http://www.elespectador.com/opinion/cuanto-cuesta-antipatia ). Encontraron otra manera de convertir los bienes y servicios públicos pagados con los impuestos de todos, para el uso privativo y exclusivo del reducido círculo que se encuentra en el top de la pirámide social. Hacen la de siempre: toman decisiones que generan consecuencias negativas para el conjunto, pero detrás viene la medida que los sustrae a ellos de estas últimas. Lo han hecho con la educación, con la salud, con la seguridad, etc.

Parémosle bolas a esto señores. La concentración de la riqueza está disparada en buena medida por esa orientación de la economía y la democracia, que además está medio embolatada porque paralelo al empobrecimiento general, va la mano dura con la que buscan contener el disgusto también general. O sino asómense al nuevo Código de policía. Quieren protestas que no lo sean, critica de bloggero como esta y no hechos de resistencia. Las contradicciones se agudizan y siempre que pasa esto, la reacción natural es la del animal acorralado, hay más virulencia, coletazos más fuertes. Ahí surgen los cambios y las alternativas, pero no de manera espontánea, sino de la organización y movilización.

Finalmente piense en las consecuencias de lo señalado hasta ahora y qué diferencia hay entre las de actos de un robo descarado como el de los Nule y Moreno, que ha sido de siempre y se sigue presentando en todo el país así no se publicite, y este tipo de medidas que se venden como técnicas y  respaldadas en modelos económicos. Verá usted que desde ese enfoque, más bien son pocas.

Sobre el caso específico de privatización de la ETB, los invito a que le hagan seguimiento al muy excelente trabajo que vienen adelantando concejales como Manuel Sarmiento. Tiene documentos y videos donde cargado de cifras desvirtua este nuevo intento por robarnos a todos los bogotanos la emblemática empresa.

Saludos….. 

sábado, 24 de agosto de 2013

EL PAÍS SE UNE CONTRA EL NEOLIBERALISMO

El trabajador sabe que el salario mínimo no le alcanza; el padre sabe que no podrá brindar educación universitaria a sus hijos; el enfermo sabe que su EPS no le brindará a tiempo y en las mejores condiciones los tratamientos de los que pueda necesitar; el obrero sabe que no puede rezongarle a su jefe ante cualquier injusticia, porque necesita una refrendación de su contrato; el caficultor sabe que lo que producía antes ya no lo puede producir hoy; el arrocero sabe que los fertilizantes son muy costosos; hoy más que antes; el camionero sabe que no tiene vías y que el combustible es demasiado costoso para sacar a bajos precios una carga; el lechero sabe que han impuesto normas sanitarias que ellos no pueden cumplir; el minero sabe que la actividad de la que ha vivido históricamente, por una decisión arbitraria, hoy está considerada un delito; el fabricante de zapatos sabe que ya no puede competir con las importaciones chinas. Lo que no saben estos compatriotas, o mejor, no sabían, era cuál era la causa de sus desgracias. Hoy por fortuna, para ellos y para el país, han empezado a identificar al culpable.

Después de más de veinte años en los que encopetados neoliberales han venido montando una juiciosa celada, por fin los diversos sectores nacionales afectados por las políticas neoliberales de apertura y privatización empiezan a identificar a sus verdugos y las ideas e intereses que representan.

Hoy, 25 de agosto de 2013, el país se encuentra sumido en un paro nacional al que cada día se suman más sectores, demandando, quién lo creyera, ya no solo ayudas propias y subsidios para su sector, sino un cambio en la política económica del país. Ya no solo se escucha al caficultor o al papero rogando por subsidios y condonación de deudas, hoy condicionan el fin del paro al rechazo de la firma de nuevos tratados de libre comercio y la renegociación de los vigentes, regulación del mercado de los fertilizantes, entre otros. Se escucha al minero exigir el mismo trato para ellos que los últimos gobiernos han tenido para con las multinacionales, esas que vienen saqueando el país en detrimento de los intereses de la nación. En otras palabras, el país se ha unido para exigir al gobierno de Juan Manuel Santos, quien ha sido artífice desde 1990 hasta hoy, de toda la política que tiene a campesinos, industriales, trabajadores y demás sectores contra las cuerdas, le ponga el cascabel al gato.

Y la respuesta del gobierno vendepatria no se ha hecho esperar. No solo ha exigido no tener contemplaciones con quienes se atrevan a protestar bloqueando vías, sino que el mismo día en que los paperos reclamaban en las carreteras se evaluara su situación, las bancadas de la Unidad Nacional aprobaban la firma de la Alianza del Pacifico, es decir más ruina y libre comercio, y en las próximas semanas se alistan a radicar una Ley que arrebata las tierras baldías de la nación a trabajadores agrarios sin tierra para entregárselas a monopolios y transnacionales que hacen especulación con ellas, y de paso limpiar las ilegalidades cometidas por miembros de este gobierno como el exembajador en EE.UU, Carlos Urrutia. Es decir, toda una cachetada al país y en especial un reto y una afrenta a quienes vienen soportando en las carreteras de Colombia la represión oficial.

Porque ese es el país de Santos, de Uribe, y toda la pandilla de neoliberales que han gobernado el país en los últimos 25 años, incluidos todos sus Ministros y escuderos disfrazados de académicos e independientes, pero con sus intereses comprometidos en el buen rendimiento del sector financiero, de la especulación, y de la intermediación. Esos señoritos que se han enriquecido sin producir un peso real, es decir, sin crear una tuerca o cultivar una papa, sino utilizando a su favor el ambiente económico de las últimas décadas, tomando recursos que bien podrían servir para sanar enfermos y convirtiéndolos en utilidades; paseando por las bolsas del mundo el dinero de las pensiones y cesantías que los obreros colombianos se ganan con el sudor de su frente; captando dinero a intereses ridículos, para prestarlos intereses usureros; tomando los minerales nacionales y pagando regalías ridículas, etc. Como dijo Jorge Robledo, la zanganocracia neoliberal.

Por eso satisface tanto a este servidor escuchar por fin a tantos colombianos enfilar sus dardos en una sola dirección: contra los TLC y lo que eso implica. Toda mi humilde solidaridad y deseos de firmeza para estos compatriotas que hoy son Colombia y defienden, sin saberlo, a este país de tanto cínico y sin vergüenza.


¡Por fin!


martes, 25 de diciembre de 2012

Sobre Agrocombustibles y su relación con la extranjerización de la tierra

El Estado colombiano ha impulsado desde hace ya casi una década el modelo agroindutrial basado en la producción de agrocombustibles a partir de diversos insumos, como la caña de azúcar y la palma de aceite principalmente.
Este modelo, que responde a la búsqueda de nuevas fuentes de energía y de paso de ganancias, ha venido convirtiéndose en el país en el eje central de la política agraria; y no me refiero solo al de la producción de agrocombustibles sino al entramado de requerimientos económicos, sociales y políticos que conlleva la adopción del mismo, lo cual ha empezado a generar una serie de nuevos debates en torno al futuro de la producción agraria nacional, de la propiedad sobre la tenencia de la tierra, la orientación de las ayudas económicas y de subsidios que brinda el Estado en el agro, etc.
No entraré a profundizar en cifras sobre hectáreas sembradas en caña o palma de aceite, o sobre cuanta cantidad de los cultivos de caña del Valle del Cauca se utilizan en la producción de agrocombustibles, ni si generan impacto ambiental negativo pues es una realidad ya conocida, entre otras, la acidez que generan en el suelo y la pérdida de biodiversidad ecosistémica que causan los monocultivos, en especial cuando son en áreas extensas, etc. Voy a hablarles entonces, sobre el acomodamiento de la estructura del Estado y de la política agraria nacional a las necesidades de la implantación del modelo agroindustrial y la extranjerización de la tierra; por supuesto de manera breve, pues la idea es hacerles amena la lectura y no montarles un mamotreto o biblia imposible de leer y entender.
Colombia es un país con una alta informalidad en la tenencia de la tierra, lo que ha venido a convertirse en un serio problema para los neoliberales que poseen el poder, pues a la hora de introducir al país en los mercados de tierras dicha informalidad actúa como una traba para la libre concurrencia, para utilizar un poco el lenguaje de estos nefastos personajes. Sobre lo anterior existe un informe del Banco Mundial alertando sobre esta situación y solicitando acciones que contribuyan a la definición de títulos y claridad en la propiedad.
En el país a partir de la expedición de la Ley 160 de 1994 sobre reforma agraria y desarrollo rural, se creó la Unidad Agrícola Familiar (UAF), la cual es entendida como la extensión en hectáreas que necesita una familia para generar dos empleos permanentes y dos salarios mínimos (en Colombia miserables) como capital excedente o ganancia neta. Esta UAF se implementa cuando el Estado adjudica o titula predios baldíos de la nación, también como norma que impide a una persona natural o jurídica adquirir extensiones grandes de tierra siempre que estas hayan sido producto de Reforma Agraria y titulación por parte del Estado. Este solo concepto introducido en la Ley ha puesto en aprietos a quienes están interesados en explotar grandes extensiones de tierra en zonas donde la colonización no ha llegado; han sido de resonancia especial los casos del oriente del Meta y del Departamento del Vichada, que pueden sumar más de 12 millones de hectáreas subutilizadas y donde aún existen baldíos en grandes extensiones; y supondrán ustedes la inversión que se busca para qué tipo de producción. Sí, en su mayoría para cultivos de agrocombustibles, tanto palma como caña, aunque hay que aclarar que han sonado mucho los casos en los cuales Estados, como el chino, buscan lugares en la tierra para garantizar provisión de alimento a futuro para su población, y en ese mismo plan andan montados otros estados y por supuesto los infaltables inversionistas que ya olieron la posibilidad de ganancia. Paradoja: el “anticuado” concepto de la soberanía alimentaria que “impedía al tercer mundo desarrollarse” ha venido a convertirse en política entre los papás del libre mercado.
En ese sentido ha empezado actuar el gobierno colombiano, ha intentado a través de la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo la flexibilización del concepto de UAF con el fin de poder otorgar tierras bajo arriendo en grandes extensiones a grandes capitales. Imagínense eso, en un país con una concentración de la propiedad que asusta (gini agrario del orden de 0,87), y el gobierno, el Estado promoviendo que las tierras que por norma y por justicia deben ser entregadas a campesinos sin tierra, pasen a manos de inversionistas extranjeros.
Tuve la oportunidad de recorrer el departamento del Meta de norte a sur y pude comprobar las inmensas extensiones que ya existen hoy de palma de aceite. Hay tramos de vía donde usted puede ir a más de 100 km/h por más de media hora y lo único que ve es palma a borde de carretera y hasta donde la vista da, tierras que, valga la pena hacer la mención, en un alto porcentaje fueron adquiridas con el uso de la violencia por parte de paramilitares y con ayuda de las fuerzas armadas, desplazando y arrebatando la propiedad de las mismas a campesinos. Que esto suceda después de cubrir las propias necesidades de alimento para la población de un país puede tener su lógica, pero que Colombia tenga en aumento este fenómeno al tiempo que importa más del 50% de su dieta alimenticia es por lo menos diciente del tipo de intereses que dirigen el Estado colombiano.
Es claro entonces todas las implicaciones que tiene el agotamiento de las fuentes tradicionales de energía no renovable y la inagotable voracidad del capital, que ha encontrado una nueva fuente de reproducción, sobre la vida de la población rural, la estructura jurídica del Estado y sobre el futuro de la altillanura y zonas inexplotadas del país. Se viene la extranjerización de las tierras nacionales, el encarecimiento de la dieta básica aunado por la firma de TLC con EE.UU con la Unión Europea y un montón más de tratados que ya empiezan a sonar con otras naciones en todo el mundo.    

lunes, 20 de agosto de 2012

BIOTECNOLOGÍA EN ÉPOCAS DE LA GLOBALIZACIÓN




       El capitalismo es un sistema que ha tenido como sustento la capacidad invectiva que trae de manera inexorable el egoísmo individual; principio que lo caracteriza. Esa capacidad ha llevado a desarrollar la productividad de la sociedad humana a una escala de importantes proporciones, asociado a una tasa de crecimiento que ningún modelo anterior conoció.

Ahora, esa inmensa generación de bienes y servicios que han contribuido a mejorar la calidad de vida de millones de seres humanos en los dos últimos siglos, ha estado acompañada de una explotación de recursos naturales, renovables y no renovables, solo comparada con la misma tasa de crecimiento del capital. Cada creación tecnológica implica demanda de materia prima; de esa manera el sistema pasa de una etapa a una nueva y se van encontrando diversas maneras de uso de viejas y nuevas materias primas: es el caso de la biotecnología.

La globalización ha sido medio para la creación de redes que parten del conocimiento científico, usado en la adaptación de materia prima a bajo costo o con altos rendimientos, y terminando en la comercialización de dicho conocimiento endosado a través de la mercancía, con un fuerte valor agregado. Tal impulso en la nueva era del capitalismo se ha dado a través, en buena medida, de la empresa privada, que al encontrar lugares de colocación de inversión con fuertes retornos, se han convertido en ponedores de primera línea de capital en investigación e innovación, consolidando su dominio en el mercado de este tipo de tecnología. Los insumos agrícolas con Monsanto y los productos farmacéuticos con algunos laboratorios como Pfizer, Bayer, etc; hacen parte de ese grupo.

En esta realidad nacida del egoísmo capitalista, donde existe un intrincado desarrollo de redes creadoras de conocimiento articuladas al mercado global, la competencia ha venido dejando rezagados a varios competidores. Nos dice Lucila Rönner:

La concentración de la industria biotecnológica se intensificó al pasar de casi mil empresas biotecnológicas existentes hace 15 años a sólo diez empresas que tienen tres cuartas partes de los ingresos de esta industria.

Es el escenario de la competencia que deriva en oligopolios que dominan el mercado y con la facultad de especular sobre mercancías de importancia vital. Tan es así, que la inversión en investigación se focaliza en áreas del conocimiento con menor riesgo de perdida.

El día que la lucha contra las adicciones sea un negocio, ese día se volcarán los capitales en investigación de curas.

En el escenario anterior juega un papel clave la utilización de la propiedad intelectual, la cual viene teniendo una discusión que pasa por la ética, la filosofía, el derecho, etc, donde países como Colombia, caracterizados por la fuerte biodiversidad contenida en la geografía nacional, y en el marco de la firma de Tratados de Libre Comercio, que han incluido capítulos donde se toca exclusivamente el tema, tienen una responsabilidad aun mayor en el manejo que se de a esta nueva forma de canalización de las inversiones.

En el tema de propiedad intelectual las patentes también han cobrado relevancia en la medida que la dependencia de modelos tecnológicos introducidos en la producción de alimentos ha trocado los conocimientos culturales en la siembra y cosecha de alimentos de generaciones anteriores, por lo que se conoció como la revolución verde y posteriormente por la biotecnología.

El conocimiento científico adquirido en la manipulación de la genética de especies alimenticias por parte de capital privado internacional, empieza a cobrar sus réditos a través del patentamiento de dichos avances. Lo que inicialmente fue una herramienta para reconocer el trabajo individual benéfico a la sociedad, ha terminado por cubrir aspectos que pasan de ser un reconocimiento, a la exclusión de la mayoría a dichos beneficios y mas grave aun, la protección sobre especies y material orgánico de toda clase sin que este haya sido incurso en procesos de creación de nuevas tecnologías. Cabe además preguntarse qué tan valido es el patentamiento de especies animales y vegetales; de vida.

Los actores de esta realidad han dejado de ser los inventorres que ponen su conocimiento al servicio de la sociedad, al inversor que expone su capital a riesgos, en un cambio filosófico de la propiedad intelectual y sus fines. El eje de ésta gira en torno a la defensa de la inversión, y no en el beneficio social; inversores que por lo demás están concentrados en pequeños oligopolios mundiales, ubicados en países desarrollados.

La evolución dialéctica del sistema capitalista ha derivado en su prolongación defendiendo el capital y monopolizando el conocimiento, garantizando ganancias y excluyendo a una enorme masa de los beneficios derivados de la sociedad ciencia y tecnología. 

viernes, 15 de junio de 2012

Sobre la "epistomología decolonizadora"

Probablemente Colombia es uno de los países con mayor diversidad cultural del continente. En general, se pueden ver tendencias culturales marcadas en la mayoría de estos países. Encontramos una tendencia fuerte de culturas indígenas en países como Bolivia, Ecuador y Perú; culturas influenciadas por la “europeización” en el cono sur; Brasil que aparece como único país de lengua portuguesa y con una cultura que desde afuera aparece como muy propia. En tanto que Colombia no parece estar definida por ninguna de las anteriores y su territorio es toda una masa casi informe de culturas y mezclas entre ellas y concepciones del mundo y de sus alrededores, formadas por años de coloniaje, situación geográfica, guerra interna, y un largo etc. 

Esta situación que parece propia del estudio de la geografía política o regional o la sociología, antropología y otro largo etcétera, ha marcado de manera determinante las luchas políticas por reivindicaciones económicas y culturales en el país. ¡Y como ha hecho esta diversidad cultural de difícil la identificación de contradicciones principales! ¿Cómo poner de acuerdo a un campesino de las tierras frías de Boyacá, cultivador de papa, con un indígena del Cauca, o mas complejo aun, de la Sierra Nevada de Santa Martha, en que la falta de soberanía y las políticas del consenso de Washington lastiman su producción y laceran a su Pacha Mama, y que no son designios de “nuestro señor” o la cultura egoísta del mundo hacía la madre naturaleza, las causantes de la situación del país? Por poner solo un ejemplo.






En ese orden de ideas, los postulados de una epistemología decolonizadora se hacen de aplicación compleja en la situación de este país. Y sin embargo, la presión constante que ejerce sobre el mismo y sus recursos, y con ellos sobre toda la diversidad cultural nacional, la maquina del capitalismo internacional en busca de materias primas y focos de especulación no solo apremian el actuar de las fuerzas consientes, sino que los hacen inerciales. 

La locomotora minera santista, que despliega toda su fuerza por el territorio nacional (ver imagen), levanta la resistencia colectiva y la solidaridad; a veces a través de los ambientalistas y las ONG pro indigenistas, desde la izquierda y sus representantes, estudiantes o simplemente desde la población directamente afectada. Prueba palpable de ello ha sido la derrota de proyectos como el de Angostura en el paramo de Santurban y la resistencia a la Colosa y el Quimbo. Aupado bajo el amparo de los medios masivos de comunicación Santos, quienes le antecedieron y en general todos los defensores del Status Quo, continúan con la política instruida desde los centros de poder.

La estrategia, a mi juicio, debe ser la de la más amplia unidad en torno a la consigna de la recuperación de la soberanía y la democracia. Unir a todos aquellos que tienen contradicciones con el imperialismo, que hace aguas hoy en el mundo y por eso mismo se hace más peligroso, en torno a esta idea, sin desconocer las realidades propias de la cosmovisión y cultura que le es inherente a cada porción de habitantes nacionales.

viernes, 4 de mayo de 2012

LENGUAJES DE LA VALORACIÓN AMBIENTAL





Con insistencia aparece la necesidad de valorar en términos económicos los recursos consumidos y sin tomar en cuenta la implicación del consumo o contemplar uno más eficiente y menos intensivo; o por lo menos relegándolo a un segundo plano. Aparece desconectado, desde mi punto de vista, la importancia no solo de adjudicar valores a los recursos renovables y no renovables, sino de la inconmensurabilidad de esos valores con la supervivencia de la vida en el planeta.

En este punto toman gran importancia las valoraciones de las tradicionales culturas indígenas que desde una óptica diferente del mundo, o cosmogonía como habitualmente se le denomina, lo concibe como su Dios, Pacha Mama, etc. Este punto de vista, pero abordado con críticas constructivas puede sin duda llevar a un uso más razonable de los recursos. Y sin involucrar un solo concepto económico.

Por otro lado parece que se concibe el actual modelo como una tendencia pesada difícil de orientar en otro sentido. Casi que se podría parafrasear el actual discurso de valoración económica de recursos naturales como: el capitalismo genera externalidades concebidas como fallos de mercado y que afectan el medio ambiente, démosle valor a esas externalidades y continuemos explotando recursos. No aparece en ese tipo de discurso alguna crítica profunda a los niveles de producción más allá de las necesidades actuales de la población humana del planeta. Son desarrollos teóricos nacidos del ceno del capitalismo y para proteger desde el campo de las ideas la reproducción del capital.

Las concepciones de valoración “divina” del planeta también llevan a sugerir como errores humanos los niveles actuales de producción y desarrollo, escudándose tras el concepto amplio de calidad de vida. En Colombia no sobran los que ante la realidad de los habitantes del departamento del Chocó, de atraso, pobreza, falta de servicios públicos, agua potable, etc, sugieren que de introducirse cambios a esta realidad la tradicional alegría que caracteriza a estas personas podría verse afectada; “se nos pueden deprimir los negritos”.

Unos y otros pasan de analizar la construcción histórica que significa el modelo explotador y de consumo actual. Y por supuesto que si se desconocen sus causas, si se erra en el diagnostico, no podrá haber solución adecuada.

domingo, 15 de abril de 2012

Colombia: Made in USA. Comentario al libro Confianza Inversionista: economía colombiana primera década del siglo XXI


En la última década Colombia orientó sus esfuerzos en política internacional y económica hacia la generación de “confianza inversionista”, permitiendo poner al país en ojos del capital mundial que siempre está en búsqueda de lugares donde puedan obtener altas tasas de ganancia con el menor riesgo. Sobre esa realidad que hoy nadie discute, excepto para defenderla o ser su detractor, escribe  Aurelio Suarez Montoya.

Esas políticas, que no empiezan en este siglo sino que nacen hace más de 30 años con el inicio de la globalización como paradigma económico mundial, se ahondaron en los dos gobiernos de Uribe y el primero de Santos; una vez sucedida la crisis económica en la que entró el país en 1999. Fue ésta, por decirlo de alguna manera, el prolegómeno de los hechos en los que se concretó los lineamientos de la confianza inversionista, dictaminada a través del Plan Colombia, y los acuerdos stand by del país con el FMI.

Un aspecto fundamental que poco se menciona sobre lo anterior, es que la inversión por la que tanto esfuerzo hacen los gobiernos neoliberales no busca que ésta se desarrolle en cualquier campo económico puesto que ya hay, y es parte de lo que representa insertar a un país del tercer mundo como Colombia en la globalización, una especie de división internacional del trabajo. Son los campos de extracción, de economía primaria, de explotación de recursos en condiciones de ventaja comparativa; es decir, minerales como petróleo, carbón y más recientemente el oro, hacia donde se dirige la mirada del inversionista al que con tanto esmero y bastantes privilegios se les abre la puerta en nuestro país.

Por tres razones principales viene el capital a Colombia y no a otro país: primero porque el capital que invierten tiene tantas prerrogativas y beneficios tributarios, que la renta que obtienen es superior a la que pueden obtener en otras partes del mundo; es decir, “el capital va a donde puede salir”. Segundo porque las condiciones laborales con las que contratan a los colombianos son de una informalidad que desconoce los avances en materia laboral de países del siglo XXI; y tercero porque lo que le queda al Estado colombiano por concepto de regalías, que es el valor que le corresponde a los colombianos del precio final del producto vendido, son irrisorias frente a las necesidades nacionales (oro 3,2%; carbón 8%; petróleo 10%).

Y agregaría una cuarta que contiene perfectamente las anteriores: La estructura general del Estado colombiano, que ha modificado gradualmente aspectos centrales de orden fiscal, jurídico, monetario, etc, que dinamizan las políticas adoptadas por cada gobierno y a los que Aurelio Suarez hace seguimiento y explicación minuciosa.

En conclusión, una economía que nos mantiene en condiciones de “neocolonia”, de sumisión, de imposibilidad de desarrollar conocimientos en otros sectores económicos con capacidad de generar de verdad valor agregado. Un país diseñado a la medida de las necesidades del capitalismo mundial inmerso en la actualidad en la más profunda crisis que haya habido desde el crack del 29.